June 10, 2008

Terapia liberadora.

Es extraño esto del cambio de folio entrando en la cuarta década.
Yo pensaba que era un mito, pero después de todas las experiencias que he vivido directa o indirectamente, puedo afirmar que de mito no tiene nada, por el contrario es una realidad que a veces abruma por ciertas características que hacen transitar estos cambios desde lo anárquico, a lo lastimero, pasando por lo excéntrico y por qué no, también bordeando lo ridículo.
Sueños de féminas, que creemos éste el momento, en que la vida nos plantea tomar alguna decisión. El ahora o nunca.
Sin embargo, haciendo algunas ligeras reflexiones, el sentido no cambia mucho. Los grandes cambios se dan en el QUIÉN y el CÓMO.
A quién voy a dirigir mi atención y que modificaciones haré para conseguirlo.
Cirugías de todo tipo orbitan en mi círculo cercano, que se jacta no de feminista, pero por lo menos de anti machista. He llegado a escuchar entre ellas: "No hay mujeres feas, solo pobres"
¡ Qué patético! Estoy de acuerdo en que pobres, sí, pero de autoestima o de valores.
Aúnque alguna podría plantearme que no hay diferencia entre una tintura y una cirugía, ya que convergen en el mismo punto, exceptuando el costo y quizá tenga razón.
Las he visto endeudarse hasta el último peso para comprarse la moto que las hace recuperar esa libertad que se siente al chocar la cara contra el viento.
Las he visto correr y sudar por horas para no perder esa figura que les permite calzar perfectamente unos ajustados jeans.
Las he visto perder el temor al fuego e inscribirse en el cuerpo de bomberos para generar situaciones adrenalínicas, durante el incendio o la espera.
Las he escuchado comentar las últimas dos, tres o cuatro conquistas que les permiten sentir que todavía están vivas, que generan movimiento hormonal.
Las he acompañado a clases de salsa, en las que se rodean de extraños personajes, un par de décadas menores, que las seducen con cuentos que ellas vivieron, pero que en el camino olvidaron.
Obviamente no he sido inmune a este virus, pero ninguno de los ejemplos anteriores refleja los síntomas que me afectaron y de los cuales aún me quedan algunas marcas, pequeñitas como las de varicela, pero cicatrices al fin.
Yo, que era la doña Julia de Unamuno, cambié de un día para otro mi mundo, mis intereses y pretendí transformarme en, la doña Inés de Zorrilla. El cambio que no fue estético y al parecer, tampoco ético según la limitada perspectiva que me da mi experiencia o inexperiencia amorosa, no me resultó
El que sería mi Juan Tenorio, tenía otros gustos. Por lo menos la situación me sirvió para dejar de ser la eterna desdichada doña Julia.
Como valor agregado me quedan los bríos hormonales, que al parecer son lo que cada una, por diferentes vías está buscando.
¿Qué se traerá la próxima década?
No lo sé, espero que se siga relacionando con las hormonas porque aunque solo sea con el personaje que me acompaña desde el principio del cuento, es bueno disfrutarlas..

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